Escoger qué y dónde estudiar, nunca ha sido ni es tarea fácil. Por eso, hoy queremos hablar de algunas de las ventajas que ofrece el sistema estadounidense.
Ya sea en la educación secundaria (ESO y Bachillerato) o en la universitaria, el sistema norteamericano destaca por su flexibilidad y personalización, que se traducen en un mayor éxito académico y menor riesgo de fracaso escolar.
En los Estados Unidos, la legislación requiere que los alumnos reciban una educación amplia y no se centren en alguna especialización hasta el tercer año de carrera, lo cual significa que reciben formación en distintas áreas y deciden su orientación basándose en su experiencia real. A su vez, esto implica que no tendrán que determinar su camino educativo con tan solo 16 años, sino que tendrán la libertad de decidirlo conforme avanzan y sin perder tiempo ni dinero.
Además, el sistema estadounidense se basa en la evaluación continua, por la cual el alumnado debe entregar trabajos frecuentemente. Este enfoque práctico y cortoplacista es fuente de motivación por su dinamismo, porque los estudiantes no se sienten sometidos a la presión de que su evaluación dependa en gran medida de una nota de examen, y porque les permite ver su propio progreso, y eso retroalimenta su deseo de seguir haciéndolo bien.
Otro aspecto particularmente interesante de este sistema es que no exige que el estudiante se adapte a un plan de estudios preestablecido e inalterable, sino todo lo contrario. El sistema es el que se adapta a las capacidades de cada individuo y sus objetivos académicos (desde la educación secundaria hasta la universidad), por supuesto siempre cumpliendo con los requisitos establecidos por la legislación vigente para poder avanzar en el sistema educativo.
Esta ductilidad se refleja también en las facilidades ofrecidas a estudiantes-atletas que practican deportes semiprofesional o profesionalmente, como horarios lectivos modificables para compaginar ambas facetas o permisos para faltar a clase por compromisos deportivos sin que esto repercuta negativamente en la evaluación. Y es que el deporte en los Estados Unidos es tan importante como la educación académica, tanto es así que existe una inmensidad de becas deportivas que se extienden a todo tipo de deportes. Las becas, precisamente, son el valor añadido de este sistema, exceden las necesidades económicas, premiando la excelencia académica y animando así a los alumnos a aplicarse y sobresalir.
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